Un nuevo año, un nuevo yo –Soldados heridos en el camino hacia la recuperación.

A medida que se acerca Rosh Hashaná, el sargento primero I. reflexiona sobre su agotadora recuperación tras graves heridas de combate. Después de someterse a una intensa rehabilitación y numerosas sesiones de terapia, ha reconstruido gradualmente su fuerza e independencia, un poderoso recordatorio de la promesa de nuevos comienzos.

21.09.25
FDI

A los 23 años, el sargento primero I., de la 55.ª Brigada, fue llamado a las reservas cuando comenzó la guerra de Espadas de Hierro. Fue rápidamente enviado al combate en primera línea. Él y su unidad lucharon en las comunidades devastadas cerca de la frontera con Gaza antes de unirse más tarde a la maniobra dentro de Gaza, donde pasaron dos meses en intensos combates alrededor de Jan Yunis.

Después de completar esta rotación, fue dado de alta y pasó algún tiempo viajando, explorando diferentes países y culturas.

Pero el servicio lo llamó de nuevo. Apenas dos días antes de Yom Kipur 2024, I. regresó al servicio activo, esta vez enviado al Líbano para otra rotación de reserva. La operación en el Líbano estaba prevista como un esfuerzo rutinario de dos semanas, llevado a cabo junto con el cuerpo blindado, con el objetivo de alcanzar a Hezbolá. La misión era clara: neutralizar a los combatientes de Hezbolá que ocupaban el pueblo.

Pero todo cambió en cuestión de segundos.

I. y su equipo se desplazaban por un edificio parcialmente destruido cuando una granada cayó cerca. Su amigo recibió un disparo en la pierna y cayó por una escalera. Por un breve momento, se paralizó, pero luego el instinto y el entrenamiento tomaron el control. Agarró su arma y avanzó para enfrentarse al terrorista.

Con balas volando a su alrededor, I. fue alcanzado dos veces: una en la mano derecha y otra cerca de la cadera izquierda, fracturando completamente el hueso. Cayó hacia atrás, arrastrándose con una mano y una pierna, el peso de su equipo hacía que cada movimiento fuera agonizante. “Me mantuve consciente. El dolor no me mató. Tengo una cantidad increíble de suerte,” recuerda. A pesar de la lesión, no se afectaron las arterias principales, pero el daño en su cadera fue grave.

Mientras continuaba el tiroteo a su alrededor, trabajó con sus compañeros soldados para buscar seguridad. Cada segundo era una lucha por sobrevivir, pero incluso en esos momentos, la mente de I. se enfoca en una cosa: moverse para mantenerse con vida.

La evacuación fue agotadora. Siguió un traslado por tanque, vehículo Hummer y helicóptero, con I. sufriendo un dolor extremo. Sus pensamientos corrían sobre la batalla en curso, su equipo y si su unidad estaba a salvo.

Al llegar al Hospital Hadassah Ein Kerem en Jerusalén, I. fue recibido por un equipo de veinte profesionales médicos listos para tratar sus graves lesiones. La magnitud de sus heridas era impactante: una cadera fracturada y una mano gravemente dañada. Siguieron múltiples cirugías, incluida una sustitución de cadera, un procedimiento generalmente reservado para pacientes mucho mayores.

Las primeras semanas de rehabilitación fueron duras para I. Totalmente inmóvil y dependiente de pañales, pasó cuatro meses y medio aprendiendo a manejar una silla de ruedas usando solo un pie.

“Fue el punto más bajo de mi vida… pasar de ser un soldado operativo en el terreno a sentirme como un hombre de 80 años,” dice. Cada movimiento causaba dolor, y hasta las tareas más simples parecían imposibles.

Ahora, con la llegada del Año Nuevo judío —Rosh Hashaná—, I. mira hacia el año pasado y sus días más difíciles como un punto de inflexión. La rehabilitación no solo puso a prueba su cuerpo, sino también su mente. “Solo tienes que apretar los dientes, morderse la lengua,” explica. “Tienes que pasar por las dificultades, y simplemente entender que cada día será mejor.”

La rehabilitación no solo puso a prueba su cuerpo, sino también su mente. Dos días después de su cirugía de reemplazo de cadera, I. ya estaba de pie por sí mismo, realizando las tareas diarias sin ayuda. “Podía hacer lo que quisiera sin ayuda,” dice.

Pero el desafío mental fue igual de exigente. “Todo se volvió más fácil porque el mayor desafío había terminado oficialmente… era mental. Conquisté la colina más grande, y ahora lo que venga será mucho más fácil,” enfatiza.

Aprender a tocar instrumentos nuevamente se convirtió en uno de los objetivos de I. durante su recuperación. Recuperar la función de su mano era crucial, y con el tiempo alcanzó con orgullo el punto en que “ahora puedo hacerlo con fluidez, como en los viejos tiempos.” La música siempre había sido una parte importante de su vida, y volver a ella simbolizaba recuperar una parte de sí mismo. La terapia ocupacional, las sesiones psicológicas y los ejercicios diarios se convirtieron en los pilares de su recuperación.

El apoyo de su familia, amigos y compañeros soldados elevó su ánimo. “Sentía un fuego dentro de mí por demostrar que lo que pasó no me va a destruir,” dice I.

“Descubrí la fuerza interior en mí, lo que puedo hacer y lo que significa.” Su impulso se vio alimentado por la determinación personal y un sentido de misión: honrar a su unidad, a sus amigos y los sacrificios realizados en combate.

A punto de cumplirse un año desde que fue disparado, I. puede caminar e incluso correr, aunque continúa reconstruyendo fuerza y movilidad. Sus objetivos son ambiciosos: “Quiero volver a hacer senderismo… viajar por el mundo… y hacerlo con mi novia,” dice.

Más allá de las ambiciones prácticas, lleva un propósito más profundo. “Realmente creo que tenemos una misión este año, y es explicar que nosotros, como pueblo judío, somos fuertes y no vamos a desaparecer,” reflexiona.

Al mirar atrás, I. ve su camino como un proceso de crecimiento. “Siento que de lo que sentí, al menos en mi punto más bajo, realmente puedo crecer,” dice. Ha descubierto resiliencia, paciencia y un nuevo amor por sí mismo. Para I., sobrevivir no se trata solo de mantenerse vivo, sino de mantenerse firme y demostrar que incluso después de las lesiones más graves, siempre se puede “ver una luz al final del túnel.”