Un nuevo año, un nuevo yo– Soldados heridos en camino hacia la recuperación
Con el inicio del año nuevo, el Mayor S. reflexiona sobre un año de recuperación tras sobrevivir a un devastador ataque que cobró la vida de tres de sus amigos más cercanos. Meses de cirugías y rehabilitación le han permitido recuperar fuerza y movilidad. En este nuevo año, él lleva consigo tanto la memoria de sus compañeros caídos como el compromiso de reunirse nuevamente con su equipo, más fuerte y determinado que nunca.
Tras combatir en la Operación Margen Protector en 2014 y en varias misiones más, el liderazgo de S. se ha forjado a lo largo de años de experiencia, formando vínculos profundos con sus soldados, muchos de los cuales lo han acompañado durante más de una década
El 7 de octubre de 2023, el Mayor S., comandante de compañía en una unidad de infantería de la Brigada 460, fue llamado al servicio de reserva. Sirvió en la primera línea durante tres despliegues, un total de doscientos días. El 10 de octubre de 2024, tras un año de combate, la vida de S. dio un giro dramático.
Mientras se dirigían a Yabalia, en Gaza, el primer Hummer del grupo fue alcanzado por una mina terrestre. Al sentir la explosión sacudir su entorno, S., que viajaba en el segundo Hummer, reaccionó de inmediato.
“Nunca se trata solo de una mina terrestre”, recordó. “Sabíamos que se acercaba algo mucho más grande.”
A pesar de estar bajo fuego intenso, el escuadrón de S. se comenzó a alejar y asegurar el área que los rodeaba. Pero de repente ocurrió un impacto fatal: el Hummer de S. fue alcanzado directamente por un RPG. Por un instante perdió la conciencia, y al recobrarla se encontró rodeado de destrucción.
En medio del caos, las siguientes órdenes de S. fueron iniciar la evacuación. Mientras él y otro miembro del escuadrón intentaban moverse, una segunda mina terrestre explotó, lanzando a S. a 15 metros hacia el este.
Cuando S. recobró la conciencia, estaba solo; su cuerpo estaba cubierto de sangre, con la pierna derecha y la parte posterior de la cabeza gravemente heridas. “Cada lugar de mi cuerpo que tocaba estaba cubierto de sangre”, relató, recordando la absoluta devastación.
A pesar de sus graves heridas, la determinación de S. se mantuvo firme. “Empecé a perder la conciencia, sentí que me estaba rindiendo. Fue entonces cuando la imagen de mi esposa apareció en mi mente, y me dije a mí mismo: ‘No, no puedo hacerle esto’”. Con ese pensamiento, se impulsó con fuerzas para arrastrarse de regreso a su escuadrón, sabiendo que no podía rendirse. Sus soldados lo encontraron y lo evacuaron, y fue trasladado por vía aérea al Hospital Shaare Zedek en Jerusalén.
Tras una larga cirugía, S. despertó ante una dolorosa realidad. Sus soldados se encontraban reunidos alrededor de su cama de hospital y, uno por uno, fueron nombrando a tres amigos cercanos que habían perdido en el ataque: Netanel, abatido por el RPG; Tzvi, muerto por la mina terrestre; y Ori, por una bala de un francotirador.
From left to right: Master sergeant (res.) Ori Moshe Borenstein, Major (res.) Netanel Hershkovitz, Master sergeant (res.) Tzvi Matityahu Marantz
En ese momento, S. fue consumido por el abrumador dolor de haber perdido no a uno, sino a tres de sus mejores amigos de la unidad. “Sabía que había perdido a algunos cuando desperté, lo recordaba al verlo”, dijo S. “Pero la muerte de Ori, no la esperaba. Esa me afectó fuertemente”
A pesar del dolor, S. logró asistir al funeral de Netanel a la mañana siguiente, llegando en una ambulancia y envuelto en vendajes.
S. en el funeral de Netanel
Tuve el honor de hablar en su funeral. Al ver a mis amigos, que habían caído, todos estaban enterrados en el mismo orden en que habíamos estado la noche anterior, durmiendo en nuestra tienda de campaña junto a la frontera de Gaza. Los tres chicos uno al lado del otro, y luego yo. De alguna manera, fui el que logró salir.
El camino hacia la recuperación de S. fue largo y difícil. Tras ser trasladado al Centro Médico Sheba en Tel HaShomer, se sometió a más cirugías, seguidas de siete meses de una rehabilitación intensa. Su cuerpo había quedado destrozado: la rodilla y la espinilla estaban gravemente dañadas por las balas, los tímpanos reventados, múltiples conmociones cerebrales y mucho más.
Aun así, su fuerza se mantuvo firme. Hoy camina solo con ayuda de un bastón para apoyarse y cada día sigue avanzando un poco más.
Aunque empezó en una silla de ruedas, S. se negó a dejar que sus heridas lo definieran. Su esposa, que estuvo a su lado durante todo el proceso, fue su pilar, y sus soldados continuaron recordándole la responsabilidad que aún tenía con ellos.
La rehabilitación de S. ha sido un proceso de establecer metas a corto plazo, tomando cada día como una pequeña misión. Mientras su cuerpo sanaba, S. también se enfocó en su fuerza mental, sometiéndose a terapia para afrontar el peso emocional de las pérdidas que había sufrido.
“Cada día es una nueva guerra, una nueva lucha para mí. Soy un soldado, y contaré cada pequeña cosa que haga: levantarme por la mañana, eso ya es un éxito.”
A pesar del dolor y las dificultades, la determinación de S. solo se ha fortalecido. “Yo tuve suerte”, dijo, mostrando la humildad y la resiliencia que lo definen. Todavía le queda un largo camino por recorrer, pero él está decidido a volver con sus soldados al campo.
“Me consume por dentro saber que mis soldados están allí sin mí. Estar en el servicio de reserva es una parte fundamental de quien soy. Amábamos lo que hacíamos; incluso los días más difíciles nunca se sentían como una carga.”
Antes de su herida, S. corría 60 km a la semana. Aunque aún no ha vuelto a correr, está decidido a no solo recuperar ese nivel, sino a superarlo. “Tengo altas expectativas, no solo para este año, sino para el resto de mi vida.”
“La parte más difícil de la rehabilitación es la pérdida”, admitió S. “No importa lo que diga cualquiera, yo estaba a cargo”, hace una pausa. “Prometí traerlos a todos de vuelta y no lo hice. Es mi responsabilidad y siempre viviré con eso.”
Mayor S. y Tzvi Marantz
Pero incluso a pesar de esta carga, S. sigue avanzando. “Soy la misma persona, más fuerte que antes. Y seguiré luchando.”
Lo que vivió S. dejó de ser solo una experiencia personal: la transformó en una fuente de inspiración. Ahora colabora con diversas organizaciones que ayudan a soldados heridos en su recuperación y reintegración a la sociedad, y él comparte su historia para fortalecer a aquellos soldados que atraviesan situaciones similares a la suya.
Recientemente, S. finalizó un curso de oratoria, perfeccionando sus habilidades para transmitir su historia. Ha sido distinguido con el Premio a la Excelencia del Jefe del Estado Mayor por su valentía y dedicación, un logro extraordinario.
Al acercarse Rosh Hashaná, S. piensa en el futuro: “Este nuevo año lo viviré por mis amigos caídos y por mi esposa. Le debo eso, porque soy consciente de que estoy aquí gracias a ella.”
La determinación de S. de regresar al combate no ha cambiado. “Mi comandante de batallón y yo teníamos un acuerdo: yo tomaría su lugar. No pienso decepcionarlo. Tal vez tome tiempo, pero lo voy a cumplir.”
A pesar de las dificultades, S. sigue mirando hacia adelante, avanzando día a día. “Sigo aquí. Estoy vivo. Y voy a regresar.”