Un amor nacido de la guerra y el legado que perdura hoy

Yom Kippur es un día de ayuno, oración y reflexión para los judíos de todo el mundo. Sin embargo, en 1973, cuando Israel fue atacado de manera desprevenida, un día para la reflexión se transformó en uno de miedo y caos. Hoy, Bezalel y su esposa recuerdan esos momentos no solo por las batallas que enfrentaron, sino por la separación, el reencuentro y el legado que forjaron en su familia.

01.10.25
FDI

Cada Yom Kippur, los judíos de todo el mundo se congregan en la sinagoga para el día más sagrado del año, uniéndose en oración y ayunando durante 25 horas. Es una jornada espiritual que simboliza purificación y reflexión profunda. Pero en el Yom Kippur de 1973, la santidad de ese día quedó destrozada cuando Israel fue atacado. En esas horas sagradas comenzó una guerra despiadada.

Este Yom Kippur, Bezalel y su esposa se sientan uno junto al otro, recordando su historia de hace 52 años. Para ellos, fue algo más que batallas: fue la separación repentina, el reencuentro y el legado que desde entonces han transmitido a sus hijos y nietos.

Para ellos, ese día de ayuno y reflexión guarda recuerdos de sirenas inesperadas, movilización y el miedo de no volverse a ver.

Tanto Bezalel como su esposa eran soldados jóvenes cuando estalló la guerra: él servía en la Brigada de Paracaidistas y ella en la oficina de operaciones.

Bezalel nació en Afula, en el norte de Israel, en 1950, y creció en Be’er Sheva, en el sur del país. Como muchos de su generación, tenía el deseo de realizar un servicio significativo. Fue reclutado primero en la Brigada Golani antes de volver a enlistarse en la Brigada de Paracaidistas. Se formó como comandante y finalizó su servicio activo como paracaidista en las FDI en 1972, justo antes de comenzar sus estudios de ingeniería eléctrica en la Universidad Ben-Gurión.

Bezalel y su esposa se conocieron a través de un amigo en común del ejército. A finales de 1972, él ya hacía servicio de reserva intermitente en el sur de Israel, mientras equilibraba un trabajo en una fábrica de fertilizantes. Todo esto mientras ella avanzaba en su propio rol militar.

En la tarde de Yom Kippur de 1973, las sirenas sonaron en todo el país, en respuesta a un ataque sorpresa coordinado de Egipto y Siria. La esposa de Bezalel recibió su orden de movilización a las 2:00 p. m., y la de él llegó más tarde, a medianoche. “Los soldados eran convocados a las reservas por la radio mediante nombres en clave”, recuerda ella. “Todo fue un shock”. En medio de la prisa y la urgencia, la pareja nunca tuvo la oportunidad de despedirse.

Golfo de Suez

Antes de partir, Bezalel le entregó al comandante de su esposa un paquete de cigarrillos con un mensaje para que lo hiciera llegar: “Bezalel estuvo aquí y quiso enviarle su amor”. Los dos se vieron obligados a atesorar esos pequeños gestos: serían lo único que podrían darse mutuamente en las semanas siguientes.

A partir de ese día, el país cayó en un frenesí. Los soldados corrían hacia las bases, se reunían en equipo y los autobuses trasladaban a los hombres hacia el sur, rumbo al Sinaí. La guerra había comenzado, y Bezalel se integraba en una nueva unidad compuesta por hombres a los que nunca había visto antes.

Bezalel y su unidad tenían la misión de bloquear a las fuerzas egipcias en la zona de cruce del Canal de Suez. Los cohetes caían sobre los convoyes, causando muertos y heridos, mientras las tropas no tenían defensa alguna contra ese fuego.

Zona agrícola de amortiguamiento al oeste del Canal de Suez - Octubre de 1973

Para reducir las bajas, los comandantes ordenaron que hubiera menos soldados en cada vehículo blindado en la línea del frente, y los trasladaron al Puente Rodante que ayudaba a los vehículos a cruzar el Canal de Suez. Allí enfrentaron fuego constante de cohetes, sin ningún lugar donde esconderse durante días.

Más tarde, la unidad de Bezalel avanzó hacia Suez, librando duras batallas urbanas hasta que finalmente les llegó la noticia de un alto el fuego. Pero incluso en esas horas finales, los egipcios presionaron con fuerza, haciendo que los últimos momentos de la guerra fueran de los más duros.

Suministro al Tercer Ejército egipcio situado tras el cerco israelí - 1973

Mientras Bezalel servía junto al Canal de Suez, su esposa estaba a cargo de los esfuerzos operativos: coordinaba que soldados fuesen llamados al frente y reunía el equipo necesario. No tenía manera de comunicarse con Bezalel, solo lograba enterarse de fragmentos de información a través de comandantes o de amigas que trabajaban en el hospital. “Cada vez que un paracaidista llegaba al hospital Soroka, mi amiga verificaba si era Bezalel”, recuerda.

Ella se aferraba a esos pequeños momentos de esperanza, atesorando las postales en árabe que Bezalel le enviaba desde el Sinaí.

“Una mañana, un hombre apareció en mi oficina. Parecía un soldado estadounidense, con una gran barba y bigote”, cuenta. “Me quedé en shock. ‘¡Tzali!’, le dije”. Finalmente se reencontraron después de semanas separados y casi sin contacto. Ella lo llevó de inmediato al barbero antes de ir juntos a ver a su familia.

Tras 18 días, la guerra llegó a su fin, pero Bezalel permaneció en Suez unos meses más, patrullando la ciudad mientras ella lo esperaba en casa.

Relevo en el puesto de Jebel Atka en la ciudad de Suez - Diciembre de 1973

Cada Yom Kippur, desde entonces, recuerdan aquellos días con gran detalle. Para ellos, nunca será solo un día de ayuno. Es la conmemoración del tiempo que dedicaron a luchar para proteger la tierra en la que, desde entonces, han formado su familia.

Han inculcado esa pasión en sus hijos, inspirando a su hijo a seguir directamente los pasos de su padre, uniéndose a la Brigada de Paracaidistas, y este mismo año su nieto se incorporó a la misma brigada. Para Bezalel y su esposa, ese compromiso es una fuente de orgullo, pero también un recordatorio del valor que los mantuvo unidos durante la separación y la incertidumbre, décadas atrás.